TROPECÉ CON UN ÁNGEL

Se acercaba la Navidad, en las calles se respiraba paz y los centros comerciales estaban de gente a rebosar.

En mi corazón había muerto el espíritu navideño desde hacía mucho tiempo.

Las luces que adornaban las grandes avenidas con miles de bombillas, no podían iluminar mi vida, porque yo seguía sumida en mis propias tinieblas.

El peregrinar del día a día se convertía en una terrible pesadilla.

Mi mundo era en esos momentos un cúmulo de <<circunstancias circunstanciales>>; sin saber cómo ni por qué todo cuanto acontecía a mi alrededor empezaba a caotizarse.

Supongo que no acabé de asimilar la separación de mis padres. Era aún pequeña para entenderlo y el ser el objetivo principal de sus peleas, como si fuese un reparto más de sus bienes me crispaba los nervios.

     A mi hermano toda aquella desagradable situación le afectó en menor grado.

Él era más fuerte tenía más coraje y pese a su corta edad fue un apoyo vital para mi madre.

Hoy es un adulto brillante, la vida lo ha tratado bien, mucho mejor que a mí.

Me siento orgullosa de él y me gusta que siga cerca protegiéndome, siempre corro a sus brazos cuándo tengo miedo como lo hacía de niña. Si algún día se fuera a vivir por su cuenta sentiría mucho su ausencia.

     En la actualidad mi vida transcurre con una ligera monotonía: estudio en la facultad de filología alternando las clases con el trabajo de dependienta, en una librería fantástica, rodeada de alhajas retóricas.

Mi novio me dejó hace unos meses, sin motivo aparente, aunque sospecho que se ha liado con su compañera de piso.

El roce hace el cariño y pasaba más tiempo con ella que conmigo.

Seguimos viéndonos, a veces, todavía somos amigos, e incluso en una ocasión me pidió que volviéramos a salir juntos.

No le hice el menor caso, estábamos en una fiesta de cumpleaños cuándo me lo propuso y no tenía a ninguna de sus amigas íntimas con quién divertirse un rato.

     Como he citado anteriormente mi vida era monótona y aburrida, hasta que un día de Navidad tropecé con >>ÉL<< al doblar una esquina, y transmutó el bucle negativo que rodeaba toda mi existencia…

     Aunque mejor será que eso lo cuente más adelante y empiece la historia por el principio.

                                          

Capítulo Primero

    Al despertar sentí frío, llevaba tres días seguidos lloviendo y a pesar de tener en mi habitación el radiador encendido, la humedad del ambiente calaba en los huesos.

Era sábado y tenía que ir a trabajar a la librería, estaba realmente agotada de tanto estudiar toda la semana.

Me hubiese quedado durmiendo hasta las tres de la tarde, pero necesitaba el dinero porque mi economía últimamente iba en descenso.

Desayuné rápido yendo apurada de tiempo y después de una ducha bien caliente salí de casa corriendo.

El autobús que llevaba hasta el centro de la ciudad había partido hacía escasos segundos, pero afortunadamente el encantador de mi vecino, un joven de mi edad al que le divertía espiarme se ofreció a llevarme al trabajo en su coche.

Aunque no me apetecía tener que darle explicaciones, no pude negarme ante su ofrecimiento o llegaría demasiado tarde a la librería, un despido inoportuno era lo que menos me convenía y la dueña era muy estricta en los horarios de trabajo.

De camino hasta el centro charlamos sobre el tiempo, un tema socorrido al que recurro continuamente cuando subo en un ascensor con desconocidos.

Al llegar mi vecino aparcó a escasos metros de la puerta, y en la despedida quiso convencerme para regresar a recogerme.

Mi negativa fue rotunda, aunque con una buena excusa.

Por suerte para mí, la jefa se retrasó, posiblemente estuviese comprando regalos familiares en el centro comercial de enfrente.

La afluencia de gente hasta la hora de comer fue continua.

Como no cerrábamos al medio día, pues debíamos aprovechar las ventas que proporcionaban las vísperas de la navidad, los compañeros fuimos turnándonos para pegar un bocado en la hamburguesería de al lado.

La tarde fue todavía más ajetreada, ya no recuerdo las veces que subí y bajé las escaleras de la segunda planta en busca de poemas y libros de aventuras.

Para colmo de mis males, después de cerrar la librería tuve que quedarme a ayudar a mi jefa a hacer el inventario.

Mientras la mujer tuvo el detalle de ir a por unos bocadillos de tortilla de patata porque la noche iba a ser larga, yo apoyé mi cabeza en el mostrador de la entrada cerrando los ojos.

A los pocos minutos, las campanillas que colgaban del techo cada vez que se abría la puerta repiquetearon.

Sobresaltada abrí los ojos poco después de oír a alguien toser, levantándome de la silla de un salto.

Un chico rubio de ojos azules venía buscando un libro.

Me sorprendió que Alicia se fuera a por los bocadillos sin cerrar la puerta con llave. Miré la cristalera del escaparate y la persiana de seguridad sí que estaba puesta.

       ––Disculpa, he venido a recoger un libro que encargué a la propietaria hace dos días––dijo el joven alto y delgado.

       –– ¿Me dices el título?

       ––<<Mi vecina es una musa>>.

       –– ¡Y mi vecino un alcahuete!–– proferí sonriendo pensado en Javier.

       El muchacho de complexión atlética me miró asombrado sin cesar de reír.

       ––Oooh, lo siento… Pensaba en voz alta. Ahora te busco tu libro.

      Miré en el estante dónde guardaban los encargos, tomándolo en mis manos para dárselo al muchacho.

       ––Gracias––dijo él mirando fijamente mis ojos.

     Después de pagarme se despidió cruzándose con Alicia en la puerta.

     Devoré el bocadillo de tortilla de patata y me puse inmediatamente a trabajar, en un tiempo récord acabamos el inventario, y Alicia tuvo que acercarme hasta mi casa porque a esas horas ya no pasaba el autobús.

     Al día siguiente, estaba tan cansada que no me levanté ni para comer, cuando desperté mi madre y mi hermano se habían marchado.

Mi madre me dejó una nota pegada en el frigorífico diciéndome donde estaba, y mi ex–novio una llamada en el contestador automático excusándose por el plantón recibido el anterior fin de semana.

     Opté por no contestarle, pues en esos momentos lo prudente era callarse, sabía que se llevaba demasiado bien con su compañera de piso: una alocada universitaria de moral distraída, con muchas amigas y amigos que pasaban los fines de semana de fiesta en fiesta.

     Introduje una pizza en el microondas y después de comérmela me acicalé despacio y salí a la calle a que me diera el aire.

Andaba deprisa porque tenía frío y al doblar la esquina de mi calle tropecé con un chico alto y rubio, que casi me tira al suelo.

       ––Lo siento––dijo recogiéndome el paraguas. –– ¿De qué te conozco?

     No sé si realmente no me recordaba o disimulaba. Pensé en decirle que de nada, pero antes de abrir la boca él salió de su amnesia voluntaria.

       ––Tú eres la chica de la librería. ¿Cómo te llamas?

       ––Aura––contesté en voz baja–– ¿Y tú?

       ––Om––dijo indagando en mi mirada.

       ––“Ommm- nipotente, u ommm- nipresente”––respondí sin reprimir las carcajadas––. ¿En qué pensaba tu madre cuándo te puso el nombre?

       ––En lo mismo que la tuya, cuándo pensó en el tuyo.

     Es curioso pero cuando me respondió no me enfadé, me gustó su sentido del humor.

       ––Ya veo… Bromeas. Es un diminutivo––dije siguiéndole el juego––Puesss, encantada de volver a verte Oz.

       ––Lo mismo digo, Laura.

       –– ¡A-u –ra! Me llamo Aura; no Laura––le rectifiqué enfurruñada.

       –– ¡Om!, me-lla-mo- Om. No Oz, como el mago––dijo riéndose en mi cara.

     Y tras darse media vuelta me dejó allí plantada.

Anduve varios kilómetros sin rumbo fijo, de repente, empezó a chispear con más fuerza y sentí más frío. El pub al que siempre iba con mis amigas quedaba cerca y al entrar en él me senté en la barra a esperar que vinieran.

Pedí un batido de chocolate muy caliente y al cogerlo entre las manos, se me derramó encima de la chaqueta de antelina del caballero de al lado.

       ––Disculpe, le pagaré la tintorería.

       ––Me conformo con que me invites a un café––dijo mientras se limpiaba con un pañuelo.

       ––Uhiii…, ummm… ¡No me había dado cuenta de que eras tú! ¿Qué casualidad?––declaré, al tropezarme de nuevo con él––. Tantos pubs que hay en la ciudad y has tenido que venir a este.

       ––Vengo a menudo.

       ––Pues debes ser incorpóreo, porque yo vengo aquí con frecuencia y nunca te he visto.

       ––No te habrás fijado bien–– rebatió Om sonriendo.

       ––Puedes estar seguro que un “guaperas” como tú no pasa desapercibido.

      Cuando me di cuenta lo que le dije, me puse roja como un tomate; muerta de vergüenza.

Él pareció no inmutarse, es más, gastó una broma con el color de mis mejillas que poco a poco iba en aumento.

Me quedé muda, de repente, esperando que él cortara el hielo.

Por fin, se decidió a decir una de las típicas frases de siempre, que se utiliza en un caso como este:

       –– ¿Desde cuándo trabajas en la librería?

       ––Desde hace un año, compaginándolo con los estudios de filología––dije algo más tranquila.

       –– ¿Y tienes tiempo para todo?––preguntó sorprendido.

––Sólo trabajo los sábados y cuando en la facultad tengo fiesta––comenté satisfecha––. Y tú, ¿a qué te dedicas?

       ––Soy Mensajero.

       –– ¡Qué trabajo tan apasionante!

     << No debí decir eso>> pensé inmediatamente, aunque mi frase no pareció molestarle.

       ––Lo es créeme. Es mucho más emocionante de lo que imaginas.

      No le hice ningún caso, pensé que me estaba mintiendo y quería quedarse conmigo.

Sugirió que nos sentáramos en una mesa para seguir charlando.

Le pedimos al camarero dos batidos calientes de chocolate.

Él esperó unos instantes antes de probarlo. Yo, impaciente, bebí y me quemé los labios.

Om sonrió ante mi actitud inquieta.

     ––Saber esperar el momento oportuno, ayuda a que el tiempo corra en dirección hacia nuestro destino––dijo, siguiendo sonriendo––Apresurarse innecesariamente produce un retroceso.

     Yo me quedé embobada mirando su sonrisa. No sé porque había dicho esa frase que no venía a cuento, por haber bebido un sorbito de batido caliente. Quemar mi lengua no era un hecho trascendental, aunque sí lo era no tener paciencia.

     Miré el reloj simulando que estaba ansiosa por ver a mis amigas, pero para ser sincera no tenía ningunas ganas de que vinieran. Quería disfrutar el mayor tiempo posible de estar a solas con Om, no me apetecía nada compartirlo.

En ese momento, hubiese deseado que mi ex – novio me estuviese viendo, dejarme sin ninguna explicación lógica me puso de los nervios. Aunque en el fondo de mi corazón, pero muy en el fondo, le agradecí que no me dijera que me había puesto los cuernos.

     Como por arte de magia mi deseo se vio cumplido. Giré la cabeza para recoger el abrigo que se me cayó en el suelo, y me lleve una desagradable sorpresa cuando miré hacia la zona del reservado y reconocí su silueta en medio de la penumbra;

haciéndole revisión de amígdalas a otra de sus amigas. 

¿Cómo podía tener tan poca cabeza de ir a los mismos sitios que yo iba, para que lo viera?

     Aunque mis amigas me avisaron de su carácter libidinoso no me convencí del todo hasta que no lo vi con mis propios ojos.

     –– ¡Será cabrrr…!

     Antes de acabar el adjetivo malsonante me contuve sustituyéndolo por el de cretino, no quería causar mala impresión a Om con un vocabulario que normalmente yo no utilizaba.

Para justificar mi arranque de rabia tuve que contarle toda la historia. Después de haberlo hecho me quedé sorprendida de contarle mi vida amorosa a un desconocido, el primer día que lo conocía.

Él escuchaba atento como si realmente le importara lo que me pasaba. Sospeché escasos segundos de que escuchara pero no atendiera, finalmente, me di cuenta que, realmente, tomaba interés por el tema cuando se permitió hacer un breve inciso en la conversación; con un comentario que me encantó:

     ––Tú te mereces algo mejor.

     Lo dijo con una entonación que me encandiló mientras fijaba su mirada azul cielo en mis ojos negros.

Mientras yo hablaba y me desahogaba de mis frustradas relaciones amorosas, él no hizo un solo comentario de su vida privada.

Tras haberlo hecho me di cuenta que tenía que haber cerrado mi boca, no era bueno que un futuro pretendiente supiera demasiado sobre mi vida íntima, temía que me etiquetara con un calificativo poco acertado sin conocerme de nada.

Aunque Om no parecía la clase de persona que juzgara a los demás por lo que contaran; o al menos esa era la impresión que a mí me daba.

Durante la conversación miré varias veces por el rabillo del ojo la zona del reservado. Mi ex–novio sin saber que lo estaba espiando continuaba explorando minuciosamente el cuerpo de la exuberante mujer que tenía entre sus brazos.

¿Cómo pude perder un año de mi vida saliendo con ese idiota? Pensé indignada.

Om, volvió a mirarme fijamente e hizo el segundo inciso:

     ––Nunca se pierde el tiempo, los aparentes errores de nuestra vida nos enseñan experiencia y sabiduría.

     Paré mi monólogo de golpe pensando si él sería capaz de leer mi pensamiento, o simplemente era un observador preciso capaz de detectar mi estado anímico a través de mis gestos, palabras y miradas.  Era mensajero y estaba acostumbrado al trato directo con los clientes, con lo cual deduje que sería un buen conocedor de la psicología errabunda.

Llegué a la conclusión que sólo fue casualidad que la frase que dijo encajara en el contexto preciso de mi pensamiento.

El tiempo fue pasando y me iba relajando; sorprendentemente se me estaba olvidando que a pocos metros de mi mesa un hombre con el que compartí algo más que arrumacos disfrutaba gratamente de otra compañía femenina que no era la mía.

Om seguía sin despejar los labios y a mí me reconcomían las ganas de saber si tenía novia o era libre como el revoloteo de los pájaros.

No me atreví a curiosear por temor a que pensara que era una descarada. Lógicamente si perdía su tiempo conmigo no estaría comprometido, aunque cuando mi ex–novio lo estaba quedaba con quién le venía en gana y yo pasaba horas esperándolo, desesperada.

Y hablando del diablo, tras haber disfrutado de un magreo extenso con la siliconeada rubia de piernas largas, se dirigió hacia nosotros en busca del aseo de caballeros.

El corazón comenzó a latirme con fuerza de rabia y en un impulso repentino de despecho acerqué mis labios hacia los de Om y fingí darle un beso.

Digo fingí porque le di un beso como se lo dan los actores en las películas poniendo mis labios en su barbilla.

No sé cuál de los dos se quedó más sorprendido por mi gesto tan imprevisto, pero cuando mi “ex” se metió en el aseo de caballeros, me disculpé inmediatamente con Om explicándole mi reacción; justificando mi comportamiento.

Om dejó escapar de una onomatopeya discreta, sin embargo, a mí me pareció oír que alguien ponía el grito en el cielo. Sería mi novio muerto de celos.

     –– ¡Por el amor de Dios! ¿Has visto lo qué ha hecho esa mujer?

     ––Ha fingido darle un beso––dijo Sara a su celestial compañero, restándole importancia.

     ––Pero es su ángel guardián y tiene prohibido tener contacto carnal.

     –– ¡Qué exagerado eres!––exclamó Sara––Además la chica no sabe quién es.

     ––Tú siempre justificando a tu discípulo. Estas situaciones deberían estar bajo control–– rebatió––. Si hubieseis mandado a esta misión a un ángel más experimentado esto no hubiese pasado.

¡Cualquier día de estos, dejáis a un ateo a las puertas del cielo!

     ––Mi noble y buen compañero tú serás siempre el fiel guardián del umbral del paraíso, las llaves te pertenecen desde hace siglos.

 ––Sara me hago viejo… Tú perteneces a una generación moderna como la de Om, veis las cosas desde otro prisma.

     Sara se echó a reír inmediatamente ante la observación de su compañero: En la eternidad no se envejece. No hay espacio ni tiempo; todo lo que sube baja manteniendo el equilibrio entre los opuestos.

     ––Tranquilízate y confía en él––le sugirió la celestial bendita––. Om tiene pocas plumas en las alas pero el <<Todopoderoso>> le ha encargado esta misión, y él mejor que nadie sabrá lo que hace.

     ––Tienes razón, de todos modos estate siempre vigilándolo, puede necesitarnos. Esa chica tiene una parte negativa extremadamente fuerte––sugirió el guardián de las llaves––. No será fácil reconducirla hacia la luz.

     Ajena a la conversación divina, Aura veía por el rabillo del ojo como Ricardo salía del lavabo para regresar junto a la rubia de la minifalda de cuero. Al llegar a su altura la saludó mosqueado y ella lo ignoró por completo, simulando no oírlo.

     ––Parece que los busque adrede––comenté, refiriéndome a Richard y a antiguos amores––. ¡A cuál de todos es más desvergonzado!

     ––No lo dudes, los buscas. Cada individuo atrae hacia sí mismo el aprendizaje que necesita en la vida–– me confirmó Om––. ¿Realmente deseas tener una relación estable con alguien, o por el contrario buscas ser independiente y pasar el rato con un hombre, de vez en cuándo?

     Me quedé estupefacta con sus palabras. Desde que mis padres se separaron ningún hombre mereció mi confianza.

Tenía pánico a comprometerme. Aquel joven desconocido estaba revelándome una gran verdad que me negaba a aceptar: Yo provocaba la atracción de esa clase de hombres porque no quería estar en la tesitura de formar una familia.

El recuerdo de mi infancia me aplastó como una losa y heridas no cicatrizadas resurgieron en mi memoria.

No quise admitir con mis palabras que estaba en lo cierto y con tono de indignación le contesté inmediatamente.

     –– ¿Estás insinuando que yo soy como ellos?

     ––En absoluto. Todavía no has encontrado al hombre digno de tu confianza. Al hombre que te haga cambiar ese comportamiento rencoroso y te muestre un camino con diferentes alternativas.

     De nuevo me puse en guardia, estaba otra vez en lo cierto pero mi reacción fue volver a enfadarme.

     ––Cuando quiera un consejo gratuito ya te lo pediré, mientras tanto abstente de dármelo.

     ––Pues pensaba darte otro acerca de tu vestuario––dijo tan tranquilo.

     Mis pupilas empezaron a dilatarse y la bilis aumentaba su porcentaje en la víscera. Me contuve en no decir una grosería e intentando guardar la compostura le pregunté que tenía de malo mi indumentaria. 

     ––Debe ser por empatía a estas fechas que vas tan adornada como un árbol de navidad––contestó con retintín.

     Me revisé de abajo arriba sin poderlo evitar, y solté una carcajada enorme cuando caí en la cuenta de las baratijas que llevaba encima.

     ––Y… ¿Algo qué objetar sobre mi maquillaje?––pregunté observando la pulcredad de su ropaje.

     Pensé que se cortaría y no me contestaría pero no lo hizo. Además de ser mensajero debía estar pluriempleado en un salón de estilistas.

     Acercó su mano derecha a mi barbilla y con suavidad dirigió mi rostro hacia una tenue luz que emanaba de un minúsculo foco en la pared.

Se quedó unos segundos contemplando mis ojos y mientras me miraba me sentí una mujer afortunada, por estar junto a un hombre de su calidad humana.

Mi maquillaje era horrible pero a él lo único que le importaba era lo que había detrás de las ventanas de mi alma.

     –– ¡Eres realmente hermosa deberías dejar de utilizar mascaras!––exclamó simulando que hablaba del maquillaje.

     ––Las máscaras me protegen, deshacerme de ellas sería como deshacerme de una parte importante de mí misma––declaré sabiendo a lo que se refería.

     ––Así que detrás de toda esa fachada de mujer fuerte se esconde una niña tímida e incomprendida––me dijo secándome con una servilleta unas lagrimitas que resbalaban por mis mejillas––. ¿Cuál es tu historia?

     ––La historia de una familia rota, una adolescencia difícil y varios desengaños amorosos––respondí con reparo––. ¿Y la tuya?

     ––Te la contaré más adelante, cuando seamos amigos––respondió con cariño.

     –– ¿Tú crees que se puede ser amiga de un hombre que te gusta?––le pregunté sin pararme a pensar lo que decía.

     Sonrió y no contestó. Se levantó, pagó la cuenta y me ayudó a ponerme el abrigo para salir fuera.

De nuevo, me pareció oír otro grito. Seguramente sería Richard invadido por los celos.

     ––Saraaaaaa––gritó el guardián de las llaves alterado llamando a su compañera.

     La mujer celestial dejó su tarea y acudió volando, rauda, desde la séptima avenida de nubes nacaradas.

     –– ¿Qué sucede?––inquirió asustada

     ––¡¿La Harley era necesaria?! ¡Menuda ostentación!

     Una flamante moto aguardaba en la puerta del pub esperando a que Om la pusiera en marcha.

     ––Ha de jugar en su terreno, con sus normas, de lo contrario no conseguirá que le abra su corazón y no podrá ayudarla––lo relajó Sara––. Tengo permiso del “Jefe” para hacer lo que he hecho.

     El paseo en moto fue corto y al dejarme en la puerta de mi casa me quedé con las ganas de que me pidiera una segunda cita, no obstante, mi intuición me dijo que volveríamos a vernos.

 

 ALBA LA GUERRERA BLANCA

 

Érase que se era, en un lejano lugar, un pequeño planeta donde habitaba gente de paz. En él vivía una joven hermosa, hija del rey, educada con honestidad en el arte de preservar la armonía del hábitat. Una pacificadora nata, al servicio de la colectividad.

     Ella era Alba, la guerrera blanca...

David escuchaba atento, el comienzo del cuento, que su abuelo le estaba leyendo.

La fiebre del niño, estaba remitiendo, pero el malestar general no lo dejaba descansar.

Su madre entró en la habitación a traerle la merienda: un vaso de leche con galletas. Cuando salió de ella su abuelo prosiguió con el relato.

     ... De corazón puro y sentimientos sinceros. Admirada por sus amigos y respetada por sus adversarios. El brillo violeta de su radiante mirada era comparable con el de las estrellas, y su cabello dorado con el de los rayos del sol.

La dulzura de su rostro y la frescura de su sonrisa, hacían de ella una joven muy atractiva.

            ––La nave está preparada para salir de reconocimiento por la galaxia––dijo uno de los compañeros de Alba.

     Kuasar, el joven apuesto de ojos y pelo negro, se dirigió junto con ella al interior del vehículo espacial, donde les esperaba el resto de la tripulación.

A.T. un piloto experto, con muchas horas de vuelo, introdujo las coordenadas en el panel, y automáticamente se situaron en el lugar deseado. Todo estaba en orden, sin ninguna novedad.

      El consejo de <<La Unidad Planetaria>>, había acabado finalmente con los desagradables enfrentamientos originados en un tiempo pasado, donde el nivel de evolución de los habitantes era más bajo. Aun así, consideraban necesario seguir atentos, vigilando, para que no hubiera nuevos altercados.

     Un grupo de jóvenes valientes, entrenados por los Maestros Ancianos, se encargaban de mantener el orden y la paz.

Entre tanto, ajeno a todo lo que estaba sucediendo a millones de años luz, Gabriel observaba con un potente telescopio, estrellas cercanas a nuestra galaxia, fascinado por su brillo y diversidad de formas. De todos modos, ni el más potente de nuestros telescopios, hubiese sido capaz de captar alguna estrella del planeta de Alba, porque estaba fuera de los límites de nuestro universo visible.

El vehículo espacial de los pacificadores, seguía recorriendo su itinerario programado, e informando al consejo de unidad central de que todo estaba en paz.

     Los Maestros del consejo eran ancianos sabios: desprovistos totalmente de ego, carentes de deseos e incapaces de juzgar.

Inundados por el amor, dispuestos siempre a ayudar, al servicio de los demás sin esperar recompensa alguna.

            ––Fascinante constelación––dijo Kuasar––. Observando por un gran monitor el panorama exterior.

            Una agrupación de estrellas extremadamente brillantes, formaban la figura de un caballo alado, montado por un guerrero blanco.

            –– ¡Cuidado con esos controles!––exclamó Celeste––. Observa bien la órbita.

     Celeste, era la otra mujer que formaba el equipo. Un poco mayor que Alba, con mucha experiencia en vuelos de reconocimiento a sus espaldas.

Enamorada perdidamente de A.T. pero poco correspondida por él muchacho desenfadado, que amaba su trabajo disfrutando enormemente con él.

Y el último elemento de la tripulación era M-3, un androide fabricado por el mejor ingeniero galáctico, con avanzada tecnología de gran precisión.

      A.T. con una maniobra exhaustiva, realizó la operación de descenso, en una enorme superficie de color plateado. Una vez bajo, cada uno de ellos se dirigió a su lugar de descanso.

     Y el que también estaba descansando con los ojos cerrados, después de haber escuchado el primer capítulo del relato, era David, el niño de diez años que había contraído un resfriado. Después de darle un beso en la frente, su abuelo lo arropó.

Se despidió de su hija diciéndole que al día siguiente volvería, para seguir leyendo a David tan interesante relato.

   

HECHICERAS

 

El astro solar ascendía, perezosamente, disipando la penumbra con sus rayos resplandecientes e incidiendo tímidamente en la cara de Clarisa; filtrándose a través de una de las ventanas de su dormitorio.

Clarisa era una joven de estatura media y complexión atlética. Con enigmáticos ojos verdes en forma almendrada, impregnados de viveza; nariz pequeña y estrecha y unos

labios sensualmente cautivadores.

Poseía la gracia de embelesar con su presencia, a casi todas las personas; también tenía el don de la palabra y pertenecía a una saga de hechiceras poderosas, temibles y veneradas en todo el reino mágico.

Lucía, su abuela materna, tutelaba con sumo secretismo, una de las congregaciones más importantes del Dominio Encantado: El Linaje de las Treinta y tres. Treinta y tres, igual cifra que las energías terráqueas.

Sabina, su madre, era la propietaria de una farmacia y no quería saber absolutamente nada de la magia: ––creativa, protectora e indiscutiblemente bella.

Madre e hija vivían en el acogedor hogar de Lucía…

Mientras las fibras doradas proyectaban su resplandor en su rostro, Clarisa, acostada en la cama se desperezaba con aire somnoliento, y después de unos minutos se dirigió a la cocina a tomar el desayuno.

    –– ¿Todavía vas con pijama?––dijo Sabina, algo alterada––. He de irme en cinco minutos no podré llevarte al instituto.

    ––Tranquila hija––dijo Lucía, apaciguándola––.La llevaré yo, voy a una clase de Feng Shui, me viene de camino.

    –– ¿Para qué sirve el Feng Shui, abuela?––inquirió Clarisa sentándose en una silla.

    –– ¡Cuentos chinos!––interrumpió Sabina––. Apurando el tazón de leche.

    ––Significa “Viento y Agua”––le aclaró su abuela––.

Sus comienzos provienen de China y su antigüedad data de más de tres mil años.

Su enseñanza está asentada en las leyes naturales y las energías cósmicas, para localizar una ubicación propicia en las edificaciones, donde la energía vital fluya de modo armonioso y positivo.

    –– ¡Tonterías!––dijo nuevamente alterada––. ¡Sandeces como las enseñanzas mágicas!

    ––La magia no es ninguna sandez–– le contradijo Clarisa a su madre.

    ––Lo es––imperó, levantándose de su silla y despidiéndose de ambas.

    –– ¿Qué le ocurre a mamá qué está tan irritable?––le preguntó a su abuela.

    ––Es el año que se cumple la profecía…

    –– ¿Qué profecía?––inquirió Clarisa sorprendida.

    ––Cuenta una leyenda ancestral que el oráculo habló y presagió que de la unión de un mago grandioso y una humilde aprendiz de bruja, nacería el bebé más poderoso del reino mágico, y tendría que enfrentarse al brujo maligno de las siete esferas; para que la magia buena no desapareciera por siempre de la faz de la tierra.

    –– ¿Y qué tiene que ver eso con mamá? El abuelo no era mago y tú abuela no eres una humilde hechicera. Eres una bruja muy poderosa.

    ––Con ella nada––respondió cautelosa.

    ––Ni con ella, ni conmigo. No tiene de que preocuparse, la inseminación que se hizo para quedarse embarazada no tendría el esperma de un Supermago––declaró riéndose.

Su abuela la miró de un modo extraño y sin querer seguir con la conversación le sugirió que fuera a cambiarse de ropa.

Tras una larga espera tocó a la puerta de su dormitorio porque se demoraba más de la cuenta.

    ––Pasa abuela––gritó Clarisa.

La cama estaba repleta de ropa, amontonada una encima de otra. Como ocurría con frecuencia la muchacha no sabía qué conjunto ponerse.

     ––Este suéter no está mal––dijo su abuela dándoselo.

Clarisa lo tomó en sus manos mirándolo con disgusto.

     ––Mucho escote para tan poco relleno––dijo entre dientes, dirigiendo la vista a sus senos.

     ––Cariño, ponte un Wonder Bra, y vámonos ya––sugirió Lucía echándose a reír.

Lucía detuvo su automóvil a escasos pasos del recinto estudiantil, y Clarisa tras despedirse de ella con un sonoro beso en la mejilla, se apeó del vehículo avanzando con paso ligero hasta la puerta principal.

Al entrar en su aula vio unas frases escritas en la pizarra, de la explicación de la última clase del día anterior.

Se encaminó a su pupitre y se sentó junto con sus compañeros a esperar a la profesora de química.

    ––Disculpad la demora, vengo de haceros unas fotocopias.

La maestra, vestía unos vaqueros ceñidos y una blusa ambarina. Era morena y llevaba melena; su mirada rasgada difundía frescura.

Dejó encima de su mesa rectangular las fotocopias y se sentó para comenzar a dar la clase. Mirando al frente le ordenó a Clarisa que abriera el libro por el tema siete y leyera en voz alta.

    ––“De la Alquimia a la Química”––comenzó la joven leyendo, el enunciado del temario, de la página ciento cuarenta––: A menudo, es habitual, la creencia, de que la Alquimia en algún período de su proceso se transformó en la química.

Es innegable que la influencia más significativa que recibió la química procedió de la alquimia, no obstante, la química tiene particulares que la precisan y la separan como método científico––continuó Clarisa––. Los alquimistas utilizaron técnicas meramente empíricas, ya que se desarrolló en una época en que la ciencia no existía tal como en la actualidad la concebimos.

    –– ¿Existió realmente “La Piedra Filosofal”?––interrumpió un compañero preguntándole a la profesora.

    Una murmuración fuerte irrumpió en el aula.

    –– Ese fue un grandioso secreto alquímico. ¡La culminación de la gran obra!––respondió la maestra––. Se especula que escasos fueron los que disfrutaron contemplando la Gema Hermética: La piedra que lleva el signo del sol.

La leyenda sobre la piedra filosofal que transformaba cualquier metal en oro, sigue siendo hoy en día, una enigmática mitología concerniente a la filosofía hermética; alcanzada por los alumnos del auténtico hermetismo––continuó explicando la profesora––.El segundo principio hermético proclama la ley de correspondencia

”Como es arriba es abajo, y al contrario”.

La quinta esencia o piedra filosofal se manifiesta en todos los planos de la existencia. En el plano de la manifestación del espíritu es vertiginosa, espontánea y sutil; por el contrario, en la manifestación material es pesada, retrasada y costosa––prosiguió––.

Los alquimistas fueron eruditos instruidos en ciencias ocultas, en el dominio de las fuerzas mentales, y en el arte de transmutar todo tipo de vibraciones. Para mí, igual que para vosotros, la conversión de un metal en oro es una profunda manifestación llena de fascinación.

Al finalizar la breve explicación de la quinta esencia, Elena, le pidió a Clarisa que continuara leyendo acerca de la evolución de la química.

 

EL COMANDANTE

 

                                         Prólogo

¿Cuántas veces han oído esta frase?: Nada sucede por casualidad.

No creo que el hecho de que algo ocurra sin haberlo previsto, sea cosa del azar, la suerte o la coincidencia; todo lo contrario. Pienso que esos hechos “aparentemente casuales”, tienen una estrecha e íntima relación con el destino, y él es el causante de que se produzcan.

Que la mano del creador está detrás de todos ellos: ––ajustando una secuencia de la vida cotidiana con la siguiente; como quien hace coincidir las piezas de un puzle––.

Quizás el hecho de pensar que no es la mano del hombre, la que hace que ciertos acontecimientos de nuestra existencia se produzcan sin haberlos preparado, o sin causa aparente, nos hace dudar de que una fuerza poderosa los programe, y nos conduzca involuntariamente hacia caminos que por propia voluntad nunca recorreríamos y que actúan en nuestro beneficio.

A esos sucesos alternativos, que se nos ofrecen como señales en el camino de nuestro programa evolutivo, que en muchas ocasiones no entendemos y no somos capaces de controlar, los disfrazamos con el nombre de casualidad.

Pero no hagan caso de nada de lo que estoy diciendo, duden incluso de que esta historia que les voy a contar sea real y fruto de la casualidad.

Recuerden cuándo y por qué se desencadenaron en sus vidas una serie de accidentes casuales tales como: signos de buena suerte y coincidencias. Recuerden durante esa época que fue lo que desearon, y cómo el destino propulsó sus pensamientos y los puso en movimiento…

… Porque un trocito de la divinidad que llevamos dentro nos pertenece desde el principio de la creación.

Esa diminuta esencia hace que colaboremos continuamente con el creador e interaccionemos con las fuerzas del universo.

Por eso somos capaces de destruir y crear, de odiar y de amar.

     Y en ese continuo devenir de un lado a otro de la balanza, buscamos el equilibrio en nuestras almas; una luz al final del túnel y una nueva esperanza...  

                                                                                          

                                            Capítulo Primero

El ruido de la puerta sobresaltó a Stella, que de inmediato y a su pesar, salió absorta de sus pensamientos.

––Buenos días––dijo aquel hombre robusto e impecablemente vestido.

––Buenos días––respondió Stella––. Mientras prestaba atención hacia unos papeles que sostenía en su mano derecha.

–– ¿Repasando los apuntes para tu próximo examen?

––Efectivamente––contestó la muchacha––. Evitando cruzar su mirada con la de su progenitor.

A Stella se le daba mal mentir. Se protegía tanto de sus propios sentimientos, desde que su madre falleció, que difícilmente conseguía  enmascarar  sus emociones; aunque su padre apenas se diera cuenta de ello.

––Si no necesitas nada más de  mí––dijo su padre––. Me voy al despacho, ya llego con retraso.

<<Necesito tantas cosas de ti...>>  pensó en silencio.

En el mismo instante en el que el señor Power desapareció de su vista ella se sumergió de nuevo en sus pensamientos.

>> ¿Por qué su madre nunca le habló de la existencia de aquella carpeta azul?...

...Con información escrita en hebreo y sánscrito e incompresibles para ella.

Y unos símbolos impactantes, de los que desconocía totalmente su procedencia<<.

 Lo que más llamó su atención fueron las fotografías de un lugar realmente paradisíaco.

Con un acompañante apuesto de cuerpo espectacular, del que no se podía distinguir el rostro, cubierto por una gorra y gafas de sol.

Y unas cartas de amor, dignas del puño de un auténtico poeta.

     La curiosidad le corroía; se hacía muchas preguntas, de las que difícilmente podría obtener alguna  respuesta.

     Rápidamente Stella miró su reloj, al igual que su padre, ella tampoco podía demorarse demasiado. Uno de sus últimos exámenes le estaban esperando en la universidad.

La prueba terrible había comenzado. La joven estudiante de psicología, se concentró para intentar recordar, todo lo que en días anteriores había sido capaz de memorizar: ––sobre el aprendizaje y  adquisición de nuevas formas de comportamiento.

     <<Las obras clásicas dedicaron un lugar demasiado extenso a la memoria, pero se preocuparon poco del aprendizaje. Afortunadamente la moderna psicología experimental, utilizaba el método a la inversa>>, pensó Stella antes de ponerse a escribir.

Seguidamente, recordó literalmente lo que había estudiado,  plasmándolo en el papel:

––“El aprendizaje es el eje del comportamiento y su análisis permite entrar en la génesis de la conducta, tanto humana como animal”––.

Como ejemplo de abstracción y simbolismo, citó el juego del ajedrez; fue entonces cuando recordó fugazmente los símbolos desconocidos y las anotaciones de su madre acerca del aprendizaje evolutivo, combinándolo con el comportamiento innato: ––cuyo símil casualmente, hacía referencia al juego del ajedrez––.Un juego que podía asociarse a las circunstancias reales de la vida, con su amplio universo de estrategias.

Estaba divagando demasiado, debía concentrarse en sus asuntos. El tiempo transcurría rápido y era algo que ella no podía detener.      

Las manecillas recorrieron las horarias segundo a segundo con su sincronicidad perfecta y el  viejo pero puntual reloj de la oficina de Power, señaló el fin de la jornada.

Un sin fin de papeles, se amontonaban en la mesa del prestigioso y afamado abogado, Charles Power.

Sentada frente a él, una mujer dulce  y encantadora de profunda mirada, observaba cada uno de sus movimientos.

Se levantó de su mesa y se dirigió hacia él con paso firme y decidido.

 –– ¿Cenamos juntos esta noche?––preguntó la pelirroja–– .De voz agradable  y ojos color miel.

 ––Sí, cenamos juntos––afirmó él inmediatamente––. Pasaré a recogerte.

<<Valerie ¿qué hubiera hecho yo sin ti? >> pensó con cierta melancolía. 

Era un hombre de fuerte temperamento, pero con el corazón maltratado por las tristes desavenencias del destino.

Aquella mujer tan sofisticada y educada, hacía honor a su nombre. Poseía una vitalidad formidable y como solía decir Stella con cierto sarcasmo: Valerie, valía para todo.

     Mientras Valerie y el señor Power degustaban una suculenta cena, la señorita Power no cesaba de dar vueltas de un lado a otro de su cama. Su cabeza era un hervidero de pensamientos, no había manera de conciliar el sueño.

En su mente de nuevo, reaparecieron las imágenes, de aquellas playas maravillosas de las fotografías. En las que supuestamente, el acompañante barbado de su madre, sería el  autor romántico de las cartas. Cuyo seudónimo era <<El Comandante>>.

<<Necesito unas vacaciones, así sería el lugar perfecto para perderme >> pensó con añoranza.

     Seguía fantaseando con su anhelado descanso cuando el recuerdo de su madre se hizo presente: –– Realmente ella vivió su vida con una intensidad total. Poniendo entrega e ilusión en cada cosa que hacía. 

El coraje y la constancia destacaban entre sus múltiples cualidades.

     << ¡Ojalá algún día, yo también encuentre esa pasión por la vida y por mis proyectos!>>, decretó para sus adentros.

     Entonces sucedió algo mágico de lo que ella no fue en absoluto consciente. Decretó su deseo con tanta fuerza, que la voluntad del destino se puso en movimiento.

<<Fue una verdadera lástima, que una conocedora de la mente humana como era su madre, no pudiese acabar la obra en la que estaba trabajando: –– “El poder del cuchillo”––, siguió Stella pensando>>.

     Tal vez aquel hombre que mantuvo correspondencia con su madre y que le ayudó tanto en su libro, pudiera ahora despejar sus dudas.

Alguna cosa que leyó de lo que él escribió y la necesidad de  saber la indujeron a querer conocerlo.

Necesitaba unas vacaciones y respuestas a preguntas que él podía responder. El lugar donde residía era totalmente de su agrado y uno de los pocos sobres en donde remitía su dirección estaba legible, así que caviló la descabellada posibilidad de ir a su encuentro.

     El tiempo pasaba veloz y el proyecto inacabado de su madre le hizo volver de nuevo a la realidad, con los agobiantes  exámenes finales. Debía relajarse e intentar descansar, el día siguiente iba a ser para ella agotador.