El Vórtice

En la soledad de la madrugada brillaba altiva la luna, mientras escuchaba los lamentos de la hechicera, reclamando las caricias de su amado, en una noche tan fría.

El recuerdo fatídico del momento en que los separaron brotó en su memoria atravesándola como una daga: fue después de Solsticio de invierno, un día gélido de cielo pálido y tierra mojada. Su deseo de venganza y de devolverlo a la vida era cada vez más fuerte.

Un nuevo murmullo la devolvió al momento actual; era el silbido del viento que se filtraba por las paredes agrietadas de la mansión, susurrándole en sus oídos que el mago todavía la amaba y que su alma estaba atrapada en una dimensión tenebrosa.

Gritó su nombre y su garganta se desgarró de dolor pero sólo el eco le contestó.

Agachó la vista y bajo sus pies, tapados por el polvo, había un Pentáculo de cerámica deteriorado. Se introdujo en el centro del círculo y en la punta superior de la estrella sintió cómo por ella penetraba el espíritu eterno de la Diosa conexionando su alma con el de la madre tierra.

Mientras ella invocaba al Poder Supremo, su potestad mágica suspiraba entre el cemento, deslizándose por las calles y elevándose hasta el firmamento.

El pórtico tridimensional donde los difuntos podían acceder al mundo de los vivos comenzaba a ensancharse, entre los vórtices de metal, aire y fuego.

El cielo se encontraba con la tierra en el mayor de los intermedios, la media noche, y lo superior se unía a lo inferior dejando fluir libremente toda la fuerza mágica latente.

Su amado por fin regresaba a la vida.

 

 Ciudadanos del cosmos

Año 3021. Lo que conocíamos como planeta Tierra no es más que un nostálgico recuerdo y el equilibrio del Cosmos está nuevamente en peligro. Mi nombre es Kuasar y al igual que mis compañeros de viaje todavía soy un ser humano.
Comando la primera expedición de prueba, Nirvana, y nuestro lanzamiento espacial en paquetes de información hacia las estrellas está ya preparado.

Los códigos de información personales han sido grabados en un software interdimensional, en nuestro sistema nervioso central: el lugar de destino es una estación receptora llamada Ananda.

En un parpadeo estelar, las ondas electromagnéticas del sistema operativo nos han situado a las puertas de la ciudad de la esperanza, flanqueadas por esfinges de cuarzo rosado.
La buscamos a Ella…
Una espesa neblina penetra hasta los lugares más recónditos de la ciudad y avanza sigilosamente hacia nosotros desdibujando la realidad. Estamos introduciéndonos en una dimensión desconocida y un escalofrío inquietante recorre mi espina dorsal.

Presiento que alguien nos observa con una mirada enigmática.
–– ¿Qué os trae por este apartado lugar de la galaxia? ––susurra una voz envolvente.
––Queremos hablar con la pacificadora ––respondo yo temeroso.
Y de entre la niebla emerge la silueta de una mujer etérea.

No puedo creer lo que estoy viendo. Es tal como aparece, una y otra vez, en mis sueños.

Una emoción desmesurada envuelve todo mi Ser: ¡Es ella, es la elegida!

La mujer que según vaticinó la profería restablecería el equilibrio en el universo con su ejército alado.
––Sabía que tarde o temprano me encontrarías ––afirma tomando suavemente mi mano.
La miro atónito y por primera vez en mucho tiempo me siento protegido y a salvo.